16 de abril de 2011

LA OBSERVADORA: EL ¡HOLA! DE ESTA SEMANA, 20 DE ABRIL

No hay ningún reportaje de una casa enorme esta semana para empezar nuestra revista de cabecera, pero la boda de Rosario Mohedano da mucho de sí. Merece un post por sí sola (y no son sólo comentarios negativos, hay que decir). Allá va, como siempre, lo que hay que copiar y lo que no del ¡Hola! de esta semana:
Nos preocupa no coincidir con la redactora que opina que el vestido de Carlota de Mónaco en una noche solidaria es elegantísimo (pág. 6). Strapless (palabra de honor) amarillo con flores en oro y blanco y con fajín amarillo a tono con bordados en blanco. La verdad es que no es feo, pero tampoco es para morirse de la emoción. Lo que sí nos gusta y mucho, son las sandalias doradas de YSL.
Sin comentarios las slippers, que aquí comercializa scalpers, de Andrea, hermano de Carlota, en la fiesta. ¡De animal print de cebra! Porque a esta familia cualquier estilista les perdona cualquier cosa gracias a su pedigree, pero no es de recibo ir a ninguna fiesta en zapatillas, aunque cuesten más que unos zapatos (pág. 8).
Mucho mejor, la clase aumenta con los años, la madre de ambos, Carolina de Mónaco. Con un smoking negro y top blanco y unos preciosos pendientes de brillantes (pág. 13).  Puro estilo y sobriedad. Igual que en su estilismo de día: pantalón negro, camisa blanca, chaqueta gris tornasolada, peep toe negros  y bolsa portadocumentos en camel. Sencillo y efectivo (pág. 14).
Máxima Zorreguieta es simpática y resultona. Y además sigue las tendencias al milímetro. Con un vestido animal print de serpiente y collares de anillas en oro consigue un look moderno sin estridencias (pág. 20). Quizá sobraban las botas mosquetero, pero se lo perdonamos. Hemos visto un vestido muy similar en Zara, por si alguien que lee esto está de acuerdo con nosotros y quiere imitarla.
Margarita Vargas está estupenda. Ya comentamos hace unas semanas que ha mejorado una barbaridad. Animando a su marido con un total look azul marino, bailarinas azul pavo, maxi bolso azul y foulard animal print también en azul. Perfecta para una mañana deportiva. Le damos un notable muuuuy alto (pág. 22).
Despliegue de tres vestidos de Pronovias en el reportaje de Astrid Klisans, novia de Carlos Baute. El mejor, porque ella se lo puede permitir, el vestido corto asimétrico a tiras color crema (pág. 27). El outfit sport para ir por ahí en helicóptero también es un acierto: jeans pitillo, camiseta blanca, cadena larga con colgante y sandalias de cuña (pág. 29). Sólo sobraba la pulserita-goma de  pelillos, peluchín o  no sabemos bien, bien qué era…
Jaydy Mitchel en NY intenta un estilo casual que es acertado, pero de repente, chirría todo el conjunto con un bolso amarillo limón bandolera que hubiera cuadrado con otro look pero no con ése. ¡Hay que cuidar más los complementos! (pág. 39)
Tamara Falcó debuta con un programa de estilo. No nos extraña, lo lleva en los genes. No hay más que ver su  outfit en el programa: trench color piedra, jeans pitillo, gafas Audrey de concha, bolso caramelo de Hermès y peep toe con plataforma también color caramelo. Un diez. (pág. 42)
En la inauguración de un corner de El Corte Inglés, se reúnen unas cuantas fashionistas. O eso leemos. La única que merecía la pena analizar era nuestra Naty Abascal. Las demás que salen en la foto, era mejor no recordarlas. La hermana de Amaia Montero, con el pelo por la cintura, sin haber tomado el sol en años, vestido animal print que le quedaba estrecho y sandalias que le acortaban la pierna. La propia Amaia, con unos pantalones de estampado tribal de colorines, chaqueta de ante con cremallera diagonal y un collar de plumas descoloridas, Marta Robles con pitillos y botas fucsia fosforescentes que dañaban la vista. Olivia de Borbón con un vestido poco logrado que mezclaba animal print con colores flúor y Carla Royo-Vilanova en su estilo cursilón con un babydoll blanco y un collarcito tristón. Vamos, que lo fashion hubiera brillado por su ausencia de no ser por nuestra Naty (pág.43).

Además de la boda de portada, que en seguida comentamos, también hay otra boda, la de Raquel Revuelta. Vestido y tocado años veinte para una novia que siempre ha sido guapísima. Ni comparación el coche de caballos de Raquel al de Rosario Mohedano. Los caballos con adornos en rojo del coche que llevó a Raquel eran una alegría, por bonitos (pág. 94-95).
Increíble el estilazo conjunto de las mujeres que asistieron a la corrida de Brihuega. Mención especial para Núria Fernández-Tapias, Ana Boyer y su amiga (que superó en estilazo a Ana), y, cómo no, nuestra Naty Abascal.(pág. 110-111)
El horror de la corrida fue Mari Ángeles Grajal, que una cosa es seguir el estilo indio apache con algún detalle de flecos y otra es ser la madre de Pocahontas trasnochada. ¿Chaleco gigante de flecos con pañuelito al cuello y leggings animal print con botas? Por favor, ¡qué desaguisado! (pág. 111)

Un apartado especial para la boda de Rosario Mohedano, que nos ha deparado alguna que otra grata sorpresa estilística y algún desaguisado que otro, también:

El vestido de la novia estaba muy logrado. Líneas limpias, palabra de honor entallado con falda evasée acompañado de un cuerpo de encaje escote barco y manga francesa. Muy, muy elegante (pág. 47).
A la novia le falló un poco el peinado, las mechas demasiado anchas y demasiado naranjas y la raya en medio le hacía la cara más redonda. Tampoco el velo estuvo bien colocado. Demasiado arriba. Un poco más bajo hubiera sido más favorecedor (pág.48).
La sorpresa de la boda, sin duda, Rosa Benito, que viene a constatar que a una cierta edad, las mujeres estamos espectaculares si nos miramos bien lo que nos ponemos.  Con chaqueta en seda salvaje con cuello, manga francesa y colores champán y azul pastel combinados, y un traje con base azul pastel y forrada de encaje color champán, estaba impresionante. Todo de Julio Rey. Clutch champán y tocado discreto a juego. No nos han acabado de convencer los zapatos, demasiado Luis XVI para nuestro gusto, pero aún así, le damos un aplauso.
Lo menos acertado, la madre del novio. Es que cada vez que la analizamos encontramos un error tras otro (pág. 52). Una peineta demasiado grande que la hacía parecer un champiñón sobre un pelo lleno de mechas de dos dedos de ancho, un vestido de raso y encaje con volantes en gris con un cinturoncito que la “abotijaba” y con un escote complejo y mangas de encaje (a determinadas edades no es de recibo mostrar los brazos porque el músculo brilla por su ausencia)). Muy mal. Y lo peor, ¡con guantes negros de rejilla! ¿A quién se le ocurre? Ayyyyy…
Tampoco la hermana de Rocío Jurado se lució con su atuendo (pág. 52). El forro de su traje era más corto que la capa de encaje que lo cubría. Y encima se puso medias negras con zapatos peep toe grises, cuando el traje era chocolate y champagne. ¿No encontró otros zapatos más acertados. Otra vez, ayyyyyy…
La verdad es que Rocío Carrasco estaba muy favorecida (pág. 58). Iba quizás demasiado pintada con relación al resto de invitadas y el traje no tenemos claro si nos gustaba o no. Sí fue un acierto el recogido con ondas años veinte. Globalmente era de las mejores.
Inapropiadas del todo Nani Gaytán, con un corte en la falda muy poco apropiado para una boda religiosa;  Remedios Cervantes, con un vestido corto negro rematado con un enorme y horrible lazo color fucsia, y Marlene Mourreau, que no sabemos si iba vestida para una boda o para ir a la playa, pero que creyó que poniéndose una estola de piel ya había suficiente… (pág. 65 y 79)
María Teresa Campos acertó con el vestido, pero se equivocó con los complementos. El mantón de manila era precioso, pero ¿blanco? ¿Cómo la novia? Y encima se puso zapatos blancos y un bolso que quería ser blanco pero era crema. No la suspendemos esta vez, pero le recomendamos que  se esmere más la próxima vez. (pág. 71)
Un respiro nos han dado Pastora Soler y Tamara. Quizá no nos hubiéramos vestido como ellas, pero hay que reconocerles que sabían que iban a una boda mediática y se esmeraron con los estilismos. En colores fuertes, una en rojo y otra en verde, colores de moda ambos. (pág. 72)
El segundo traje de la novia, en cambio, no estuvo a la altura del primero. Parecía un salto de cama largo o un camisón (y encima feo, pág. 76-79). La hacía más oronda, el talle era demasiado alto, las mangas cursis e incómodas y el escote cuadrado no era nada favorecedor. Debió ponerse sólo el primero.

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