Esta semana la portada del
¡Hola! es un clásico: la reunión de famosos en torno a la mesa del Príncipe de
Gales en la noche de Porcelanosa. Es la excusa anual para ver a una de nuestras
musas, Isabel Preylser, en pleno esplendor. Más allá del photoshop, nuestra
musa sigue estando estupenda. Por lo demás, el típico primer reportaje de
casoplón (en este caso el de Almudena de Arteaga), un bodorrio aristocrático y
otro de cine (el de la Princesa Fabrizia Ruffo di Calabria y el de Drew
Barrymore) y un puñadito de estilismos urbanos que comentar. Como siempre, allá
va lo que hay que copiar y lo que no del ¡Hola! de esta semana:
El reportaje del casoplón
(casa familiar) de Almudena de Arteaga nos ha dado un poco de alergia. Entre
las dos figuras vestidas de época en la entrada (pág. 4) que dan un poco de
yuyu, los tapices, las alfombras y el sofá de terciopelo (pág.6-7) pensamos que
limpiar el polvo en esa casa es una tarea titánica… En fin, que después de este
comentario marujil, sólo nos queda decir que el vestuario con el que posa
Almudena se nutre de vestidos de cortes perfectos con estratégicos drapeados y en colores lisos (rojo, negro y
azul) firmados por Lorenzo Caprile, Armand Basi y Pedro del Hierro. Todos
correctos y muy elegantes pero nada arriesgados. Además, Almudena y su hija
comparten zapatos, aunque a la hija le quedan grandes (pág. 9 y 11). Por todo
lo visto, que ni fu ni fa, una flecha amarilla para este reportaje.
Hacía mucho tiempo que no
la veíamos. Rosario Domecq, una de las mujeres más estilosas de España reapareció en público en la boda del hermano
de su marido. El estilismo elegido para la boda era tendencia, pero poco formal
para una boda: un cuerpecillo de tirantes con plisado frontal en blanco roto,
una falda corta color tarongine, cinturón de abalorios en naranja, blanco y
negro, sandalias de tiras y taconazo negras, un colgante en forma de mariposa y
un mantón de manila blanco y negro (pág. 16-17). Si le quitamos las sandalias
de tacón y el mantón de manila, el look habría servido igual para una tarde de
compras. Una pena pero no puede ser flecha verde por mucho que nos encante esta
chica.
Ella tiene estilo, pero es
que además tiene un tipazo. Lourdes Montes se arriesga con un pantalón blanco,
un body elástico en rosa pastel, sandalias años veinte en pitón dorado y bolso
color vino. (pág. 189). Oye, ni un michelín, ni una sola curva fuera de su
sitio. ¡Qué envidia!
Los hijos del Príncipe
Carlos de Inglaterra, William y Harry, con Kate, se fueron de boda. Y allí
coincidieron con el hermano de su madre, Charles Spencer. El conde Spencer
acudió a la boda con su familia. Su mujer, embarazadísima, nos ha dejado
estupefactas con un vestido de encaje lila demasiado ceñido a la tripa
acompañado de una chaqueta de punto más corta que el vestido (pág. 22). Otra embarazada que cree
que puede perder el sentido del gusto y que cualquier atentado estético se le
perdona por estar embarazada.
Sorprendente resulta que
en la comunión del hijo de Estrella Morente y Javier Conde, Estrella estuviera
mucho más acertada vistiendo que la mismísima Paloma Cuevas. Paloma se puso un
vestido largo, de escote en uve, con estampado floral en rosa fucsia, morado y
blanco que igual habría servido para un paseo por la playa (pág. 45). De todas
formas, que Estrella se cambiara de vestido fue un acierto, pasó de un
vestidito lencero sin gracia (pág. 44) a un vestido años cincuenta de lunares
que le favorecía una barbaridad. Suspende Paloma.
De nuevo el street style
de Sara Carbonero nos deja sin habla, aunque hemos de reconocer que los
estilismos de esta chica son siempre similares: pitillos, botas de caña alta
con tacón, camiseta XXL, y abrigo-chaqueta oversize (pág. 49). Todo, abrigo
incluido, fácilmente copiable comprándolo en Zara.
Ana Rodríguez tiene un
estilismo conservador al que intenta darle un punto juvenil sin conseguirlo.
Los pantalones de cuadros negros con camiseta básica blanca y bailarinas que
lució en el cumpleaños de uno de sus nietos conformaban un estilismo cursilón y
poco favorecedor (pág. 50). Mucho mejor, aunque sin pasarse, estaba en una cena
solidaria a la que acudió con sandalias planas naranjas y vestidito negro sin
mangas con escote troquelado (pág.51). La vamos a suspender a ver si la
incentivamos a mejorar.
Argggg… Hay famosas que en
aras de destacar su personalidad, intentan impresionar con su originalidad. Y
el resultado suele ser contrario al pretendido. Es el caso de Raquel Sánchez
Silva, que acudió a la fiesta de Kenzo con un pantalón blanco y una chaqueta
kimono en turquesa y amarillo flúor que conjunto con un cinturón de cuero
marrón (pág. 52). Que el conjunto quedara bien era imposible, con personalidad
y originalidad o sin ellas…
Cuando Adriana Abascal no
tiene estilista que la aconseje, pasa lo que pasa. Que va por la calle
intentando hacerse pasar por una jovencita (según dice la redactora, con un
estilo efortless glamour, o lo que es
lo mismo glamour sin esfuerzo). Pues no, chica, no. Que Adriana tiene que
esforzarse. Que con una coleta despeluchada, con una camiseta cutrecilla en el
lila (el color denostado esta temporada), con una sobrecamisa de cuadritos y
con las uñas sin pintar (¿dónde ha quedado el esmalte azul pastel de hace unas
semanas?) no está glamourosa. A nosotras no nos lo parece y por eso la
suspendemos (pág. 54).
Otra que tampoco tiene
glamour sin estilista es Patricia Olmedilla. Ella lo intenta (no hay más que ver sus fotos en
el especial moda niños de ¡Hola! de hace una semanas) pero sin estilista, le
pasa como a Adriana, que no lo consigue. Patricia acudió a su fiesta de
cumpleaños solidaria con una camisola turquesa de manga corta asimétrica llena
de capas y una minifalda elástica turquesa. Y un moño a lo Amy Winehouse que
daba miedo (pág. 55). Desastrosa, pobre.
Normalmente, somos
benevolentes con las novias. Es su día y no hay porqué hundirlas en la miseria
sin necesidad. Pero con esta pobre novia no nos vamos a poder contener. La
Princesa Fabrizia Ruffo di Calabria se casó en el Lago Como con un terrorífico
vestido y un terrorífico peinado. No sabemos cómo decirlo más suavemente. Lo peor
es que el vestido se lo hizo una “amiga” (¿no sería enemiga…?) Os describimos
el vestidito en cuestión: manga corta abullonada con botoncitos forrados,
flores bordadas en el cuerpo, cintura alta, fajín plisado y falda de vuelo con
cola desmontable y sin bordar. Lo único espléndido era el velo. Porque el
peinado de tirabuzones, el maquillaje ausente y las florecitas en el pelo eran
cursis a morir (pág. 58-59). Cero modernidad en esta novia.
Por suerte para la novia,
las invitadas se lucieron mucho más. Destacan Matilde Borromeo, con un vestido
de Valentino de plumetti con cristales de Swarovski en gris ahumado sobre raso
y con mangas y cuerpo en transparencia (pág. 61), Blanca Benjumea (la madrina)
con un racial y fantástico vestido rojo de manga larga y escote bañera de
Roberto Diz (pág. 62) y, la espectacular Tamara Falcó, con un vestido rosa
bordado en flores de plata de Oscar de la Renta, con falda sirena de plumas y
capa de muselina (pág. 65). Tres flechas verdes como tres soles (sobre todo,
Tamara).
Si Sofía de Habsburgo
quiere vender los bolsos que diseña, tiene que tener un poquito de criterio y
hacer márketing. Lo que no se puede es acudir a esta boda con un bolsito de
raso rosa chicle que era un híbrido entre una ostra y una limosnera (pág. 63).
Y encima el rosa no pegaba ni con cola. Esperamos que el bolso no haya sido
diseñado por ella, porque nos ha parecido tremendo (de feo).
Ayyyyyy… ¡Qué rabia nos da
cuando mujeres que lo tienen todo a su favor para ir perfectas salen a la calle
con pinta de estropajosas! Hablamos de Miley Cyrus, cuyo novio le regala un
anillo de compromiso que debe valer casi
lo que vale mi casa, y va ella y lo combina con una camiseta cortísima y
arrugada, unas horribles botas de chica mala y hortera y unos pelos decolorados
y cortados de forma asimétrica. A ese anillo le va otro estilo, Miley…
Lo de que se lleve el nude
es un problema cuando tienes la piel muy blanca. Que se lo digan a Catherine
Zeta-Jones, que acudió a un estreno con un vestido de Zuahir Murad de fondo
nude y con flores negras bordadas. Parecía que iba desnuda y que le corría una
enredadera negra por el cuerpo (pág. 85). No estaba guapa, la verdad, daba
grima.
Otra novia poco favorecida
de esta semana es Drew Barrymore. No tanto por el vestido de Chanel, que no
estaba mal, sino por el horroroso peinado que le hicieron a la pobre. Un moño
despeluchado y alto que se asemeja al que nos hacemos la mayoría cuando nos
vamos a lavar la cara y no queremos mojarnos el pelo. Sin peinar, pegado y extrañamente
engominado (pág. 100), es francamente desacertado.
ESPECIAL NOCHE DE
PORCELANOSA EN ESCOCIA
Esta fiesta da mucho que
comentar, así que le hemos hecho un apartadito especial. Aquí os lo dejamos:
Que la Duquesa de Alba va
a su bola en cuanto a moda se refiere es un hecho: sus bailarinas, su pompón en
la cabeza y sus colorines son un clásico. Lo que no nos gusta es que
últimamente, Victorio&Lucchino le diseñan siempre el mismo modelo de
vestido: con volantes como flores, lazo en la cintura y de dos colores (pág.
26). El vestido de Cayetana en la cena de Porcelanosa se parecía demasiado a su
vestido de novia y a los últimos dos vestidos que ha lucido de mano de los
diseñadores sevillanos. Flecha roja porque, aunque no sea así, parece que le repiten
a la pobre siempre el mismo patrón de vestido.
Increíble. Lo de nuestra
Isabel Preysler es increíble. Es la mejor vestida, la más elegante y la más
llamativa de todas las asistentes a la cena. Y nos importa un bledo que nos la
critiquen por abusar del photoshop. Nos da igual. Hay algunas famosas que ni
aunque el photoshop las cambiara por completo conseguirían refulgir como
nuestra Isabel. Con un impresionante
vestido fourreau de Elie Saab de escote caja, manga japonesa y cuajado de
pedrería y lentejuelas, en nude, con cinturón nude y oro y clutch oro de Jimmy
Choo, no se podía estar más impresionante (pág. 30). Un diez y nuestra rendida
admiración para Isabel.
El fallo del estilismo de
la cena lo protagonizaron Genoveva Casanova y Tamara Falcó (pág. 29). Ambas
lucieron diseños de Pronovias. Estaban favorecidas y los diseños eran bonitos,
pero se parecían demasiado entre sí. Ambos vestidos eran de colores nude (el de
Genoveva más tirando a blanco roto y el de Tamara más tirando a rosa palo),
ambos eran asimétricos (el de Genoveva con hombra izquierdo al descubierto y el
de Tamara con el hombro derecho, pág. 33) y ambos estaban bordados con pedrería
y tenían faldas de gasa. Posiblemente el error no fue de ellas, sino de
Pronovias, que debería haberse dado cuenta de la similitud de los dos vestidos.
No suspenden porque los vestidos eran bonitos (mejor el de Genoveva que el de
Tamara).
También espléndida estaba
Ana Boyer Preysler. Mucho más llamativa que su hermana Tamara (que ya cansa con
tanto vestido nude), Ana deslumbró con un vestido verde esmeralda de Zuahir
Murad completamente bordado en lentejuelas (debía de pesar una barbaridad), sin
mangas, con escote caja delantero y espectacular escote en uve invertida en la
espalda y con falda con cola (pág. 33-34). Quizá el clutch negro de Swarovski
resultaba un poco apagado al lado del vestido pero, aún así, Ana brilló con luz
propia.
Después de Isabel y de
Ana, la mejor, con diferencia fue María Colonques. Estamos acostumbrados a
verla poco, pero cuando se deja ver nos deslumbra. Pocas mujeres se hubieran
atrevido con el palabra de honor amarillo de Elie Saab que lució María (pág.
36). Con cuerpo bordado de lentejuelas y cristales hasta la cadera y con falda
de vuelo de gasa, el vestido fue un acierto y ella estaba guapísima.
Astrid Klisans es
la mujer que salió peor parada, estéticamente hablando, de entre todas las que
aparecen en el reportaje. La pobre posa mal. No hay más que ver la foto en la
que todos lucen perfectos e hieráticos y ella intenta darle volumen a la falda
de su vestido de Andrew Gn sin conseguirlo (pág.38). Porque el vestido es más
bien soso comparado con los demás y encima el color entre berenjena y lavanda
no se lleva nada este año. Lo intentó también con las mechas de efecto ombré (más
oscuras las puntas que la raíz), pero tampoco destacó. No suspende porque
competir con pesos pesados es muy difícil…
Y, ¿cómo olvidarnos de los
hombres del reportaje? Todos ellos (menos el príncipe Carlos) vestidos de
esmoquin. Todos muy correctos, pero se ve quien sabe llevar una pajarita con
gracia y quién no… Entre los que saben, Cayetano Rivera y Manuel Colonques.
Entre los que no, Carlos Baute y Alfonso Díez. Las pajaritas de estos dos
últimos hombres eran demasiado rígidas y demasiado grandes…