A estas alturas ya hay nueva Princesa de Mónaco. Charlene se ha casado con su príncipe y la portada del ¡Hola! de esta semana está obsoleta. Posiblemente mañana o pasado nos encontraremos con un ¡Hola! especial en el que nos desmenuzarán uno por uno todos los detalles de la boda monegasca. Mientras lo esperamos con impaciencia para analizar uno a uno los estilismos de las invitadas, sólo nos queda analizar la revista de esta semana, que se inicia con un reportaje casi de la casa de la pradera, de Valeria Mazza y su familia y en la que hay un reportaje de Blanca Cuesta que nos ha dejado “flasheadas” del susto. En fin, que allá va lo que hay que copiar y lo que no del ¡Hola! de esta semana:
Valeria Mazza cultiva un estilo boho y dulce que a ratos empalaga. Tan rubia, vestida de blanco y con puntillas, y acompañada por toda su familia (vestidos todos de blanco, of course), con el sol de tarde iluminando las fotos en un paisaje idílico. Demasiado perfecto todo (pág. 6-14). Vale que es guapísima y una top, pero nos cuesta creer que después de haber parido cuatro hijos pueda posar en bikini con un cuerpo esculpido al milímetro (pág. 8). Milagros del photoshop o del bisturí. Y como no nos lo creemos, la flecha es amarilla.
De vez en cuando, Carolina de Mónaco da una lección de estilo y nos sorprende. En el concurso internacional de hípica de Montecarlo, con una blusa blanca de jarretas y cuello cisne, demostró que quien tuvo (estilo), retuvo (pág. 17). En la entrega de trofeos, con una blusa oro viejo, falda tubo a la rodilla bordada en paillete en estampado geométrico en plata y oro y zapatos de pulsera también con strass, fue reina y no princesa (pág. 18).
Ya hemos comentado en otras ocasiones que el estilo de Carmen Martínez-Bordiu es peculiar y que muchas veces no la suspendemos por genuina (que no por elegante). Pero esta vez no podemos aprobarla: con bikini blanco y camisola blanca no se puede estar favorecida a menos que esté morenísima. Y como no es el caso, pues la pobre parece más gorda y tiene cara de enferma (pág. 30-32). Y el modelo de top negro, blazer “hiperarmado” y cruzado en blanco y con botones dorados, y unos jeans color añil, es un despropósito (pág. 33). Lo sentimos pero es flecha roja.
Aprobamos el estilo Kate Middelton. Nos gustaría que fuera algo menos correcto y un poco más arriesgado, especialmente en lo que se refiere al uso de colores un poco más fuertes, pero, en general, nos ha sorprendido gratamente. El vestido plisado años veinte en blanco, de Termperley Moriah, era estiloso, aunque sobraban los tirantes con semicírculos cosidos a cintas que eran rarunos (pág. 34-35). El vestido-abrigo azul marino con doble botonadura dorada era impecable, aunque la manga francesa no resultaba adecuada (pág. 36-40). A ver si arriesga más y le podemos poner la flecha verde.
Tremendo el reportaje de Blanca Cuesta (pág. 46-53). ¿Quién la ha asesorado? El estilo es recargado, hortera y con muy poquito gusto. ¡Y mira que parecía que esta chica en los últimos tiempos se estaba encauzando estilísticamente!. Lo peor del reportaje es el maquillaje, de muñeca pepona, excesivo hasta decir basta, y la peluquería, en la misma línea extremada. Que alguien nos explique cómo se puede estar tan basta vestida de Custo, Carolina Herrera, La Perla y Escorpión. Que alguien nos lo explique, porque nos recuerda a Ana Obregón y el reportaje es de Susana Urribarri, novia de Darek, ex de la Obregón…
En los premios Yo Dona 2011, la estrella era Kate Winslet que vistió para la ocasión un vestido negro, de escote barco y manga francesa, demasiado invernal para nuestro gusto. Pero quién brilló con luz propia fue Patricia Rato, con una camisa blanca cruzada de raso y una larga falda de encaje color nude con clutch en oro. Un outfit elegante e impoluto, para copiarlo sin dudar (pág. 64)
Vale que las mechas californianas son tendencia (más claras las puntas que la raíz) pero lo de nuestra Pe en la presentación de su estrella en el paseo de la fama de Madrid no eran mechas californianas, sino que era una grave falta de tinte. A eso se le llama llevar el pelo descuidado y eso, una estrella no se lo puede permitir (pág. 65)
He aquí la demostración de que un buen vestido de cóctel negro (LBD) puede convertirte en la más elegante de una foto (pág. 93). Que Ángeles González Sinde sea la más estilosa de la foto se debe a varias razones: a) al terrorífico vestido con un hibiscus blancuzco y sandalias tobilleras de Tita Cervera; b) A la extraña chaqueta de rayas de la Infanta Pilar; y c) a la horrenda camisa de rayas oscuras con corbata roja del pintor Antonio López. ¡Ah! Y a que las sandalias de la Ministra también fueron un acierto.
Mira que Máxima Zorreguieta casi nunca nos decepciona y tiene un estilo fresco y personal, pero su reinvención del color blok en colores flúor es un desatino (pág. 97). Mono, sandalias y bolso en azul y torerilla anudada a la cintura en fucsia, azul, blanco y violeta ¡con las mangas a rayas! Un desastre, la pobre.
Al lado de Ana Obregón, es fácil parecer sosa, pero es que, en este caso, el estilo de la novia del hijo de Obregón es soso. Camiseta blanca con pseudo-encaje de guipur en el escote, pantalón pitillo azul oscuro dos tallas más pequeño de lo necesario (así se marcan las indeseables lorzas) y botines negros con tachuelas. Y un bolsito negro de cadena con remates en camel. Un intento de modernidad que se queda pobretón (pág. 106-107).
Otra novia para comentar: Irma Soriano. La idea del traje era buena: falda de volantes (quizá excesiva pero bonita) y cuerpo entallado de escote casi cuadrado y manga francesa. Pero la diadema blanca y el flequillo lateral tipo “tirabuzón al viento” estropearon la idea. ¡Para que luego digan que el pelo no puede estropear un look! (pág. 110)
Dos vestidos de gasa preciosos en la misma fiesta, la del arquitecto Joaquín Torres. El primer vestido, el de Nuria Roca, de flores en fucsia, violeta y azul y de escote drapeado asimétrico. Favorecedor y de tendencia. Un diez. Y el segundo, el de Fiona Ferrer, en blanco y gris y con paillette , escote en V con tirantes de gasa y sobrefalda de gasa, elegantísimo. Otro diez (pág. 116).
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